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Tierra adentro. Julia Vargas Weise

Tierra adentro: Julia Vargas Weise

ESPACIO DIDÁCTICO

Por Noel Méndez Budia
Área de cine de la EMAV

Estos días se nos ha ido Julia Vargas Weise (Cochabamba, Bolivia 1942-Barcelona, España, 1 de abril de 2018). Fotógrafa, directora, activista, artista, madre, abuela… y ante todo un ser humano de gran inteligencia y profundidad. La conocí por primera vez en el pase privado que hizo de su último film “Carga sellada”. Allí en la oscuridad de la sala descubrí el viaje de una locomotora abriéndose paso por la tierra boliviana. Una película con gran carga social, con una mirada profunda sobre las vicisitudes de los seres humanos, sus egoísmos, miedos, esperanzas, rencores, amores y acciones. También descubrí la preciosa relación que mantenía con su nieta Gabi. Es hermoso ver como dos generaciones tan distantes, que han vivido épocas y experiencias tan diferentes pueden encontrarse y amarse unidas en una misma pasión: la fotografía.

Julia escribió una de las mejores definiciones que he leído sobre la profesión del fotógrafo: “Ser fotógrafo, crear con la luz. Codifi car espacios, volúmenes y sus interrelaciones. Recortar trozos de la realidad. Pero el fotógrafo es además un ser social, debe seleccionar en medio de la maraña, adquirir conciencia de muchas dimensiones, proyectarse más allá de la descripción, aún más allá del testimonio. Asumirse como actor co-responsable”. Sólo alguien que haya ido más allá de la pasión, que haya podido vivir plenamente su profesión puede llegar a entenderla de esta manera.

Julia vivió una época marcada por un machismo ulcerante y allí abrió caminos en el cine y la fotografía, destacando por una mirada comprensiva y sutil. Viajo a través de su obra fotográfica que publicó con el libro “Tierra adentro” y me encuentro con las contradicciones de su natal Bolivia. Como ella misma escribe encontró a su Bolivia “En los pies encallecidos, las espaldas cargadas. La risa sin complejos y el silenció digno. En el adobe y la caña, en tejidos, máscaras y cerámica. En la maraña tropical y la inmensidad altiplánica” Al leer sus palabras conecto con las emociones que vivimos millones de seres humanos cuando la mirada conecta de la realidad al corazón. No importa cuánto hayamos leído o debatido, en ese mismo momento se nos abre la realidad inmediatamente con toda su sabiduría. Y es en este mismo momento cuando me transmite lo que vivió de manera limpia y clara. Julia luchó por cambiar las injusticias de su época. A veces da la sensación de que la vida de una persona poco puede hacer para cambiar las cosas. Porque: ¿Cuánto vive un ser humano? ¿cuánto abarca su escala de tiempo? ¿Qué acontecimientos marcan su vida? ¿Cómo ese ser influye en el complejo de causalidades e interconexiones que le ha tocado vivir? El tiempo como unidad de medida nos diría que los seres humamos vivimos unas pocas decenas de años. Comparado con el sol, que vivirá 10.000 millones de años parece insignificante. Y durante esos millones de años me pregunto ¿Cuántas veces los seres hemos visto cómo amanecía? ¿Cuántas veces hemos respirado el mismo oxigeno reciclado por los arboles? ¿Cuántas veces nos hemos mirado el uno al otro descubriendo nuestra semejanza, nuestros miedos, sufrimientos, dudas, pero también nuestro amor, bondad y agradecimiento?

«Yo vuelvo por mis alas, ¡dejadme volver! Quiero morirme siendo amanecer, quiero morirme siendo ayer. Yo vuelvo por mis alas, ¡dejadme tornar! Quiero morirme siendo manantial» Federico García Lorca

Si volvemos a la escala del tiempo cósmica parecería que la vida de una persona es algo insignificante como decía Goytisolo en su célebre poema “palabras para Julia”: “Un hombre solo, una mujer así tomados, de uno en uno son como polvo, no son nada”. Es cierto los seres humanos no somos estrellas y nos apagamos rápido. Sin embargo, estamos hechos de carbono. Y el carbono se creó en las estrellas. Chris Impey, profesor de la Universidad de Arizona confirmo que toda la materia orgánica que contiene carbono se produjo originalmente en las estrellas. Un antiguo proverbio serbio reza: “Sé humilde pues estás hecho de tierra. Sé noble pues estás hecho de estrellas”. Cuando perdemos un ser querido, a un ser valioso, tal vez estos pensamientos no sean suficientes. En esos momentos la noche es oscura. Ningún ser humano se va a librar de ese tránsito. En esos momentos no debemos olvidar que cuanto más oscura es la noche, más brillan las estrellas. Así oscuridad y luz son un ciclo que se complementa. Hacemos muchos esfuerzos para mantener las cosas como están, pero la vida humana es transitoria, toda clase de figuras están tejidas en su tela. La magia real reside en que, aunque hayamos partido hacia un lugar que ningún vivo puede alcanzar, nosotros en nuestras pequeñas vidas influimos con nuestras obras y pensamientos en los demás. Durante la vida morimos muchas veces, nuestro ser cambia, dejamos de ser niños, adolescentes, adultos, dejamos atrás nuestros sueños idealizados y esas muertes alimentan nuestro ser dándonos la oportunidad de crecer como seres humanos en compasión, bondad y amor.

Así un ser humano vive poco en comparación con las estrellas, pero la dirección que toma en su vida teje sobre el pensamiento y la cultura de la época que fl uye sin parar. Y esto es fácilmente observable porque el legado de Julia pervive con fuerza en su familia, una familia fuerte, inteligente y profunda, sutil y hermosa. También en sus allegados y en todas las personas que conoció profundamente o superficialmente si por un instante hubo una mirada auténtica, una conexión mágica ya sea a través de sus palabras, obras o presencia.

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