Ver todos los artículos El ángulo visual I La variedad actual de objetivos diseñados para diferentes tamaños de sensor de captación es completamente abrumadora y no es raro que un solo usuario se vea abocado a utilizar distintos tipos de objetivos con diferentes monturas para diferentes cámaras en un único proyecto. Sumarlos todos en un mismo proyecto, normalmente va en contra de la unidad narrativa. La unidad narrativa es un concepto con el que deberíamos tener un cuidado exquisito. si de verdad queremos que el espectador quede atrapado por la historia que le vamos a contar. De lo contrario, se va completamente fuera de la narración. Es verdad que a día de hoy, la media de la población mundial ha tenido acceso a una cultura visual mucho más heterogénea, fragmentada y también más sofisticada que generaciones anteriores, sobre todo por la influencia del lenguaje publicitario y de los videoclips. De modo que, reglas básicas originalmente importantes, como por ejemplo, las reglas del eje, a día de hoy, se saltan sin ningún problema porque el espectador es lo suficientemente avezado y está lo suficientemente acostumbrado a estas transgresiones como para que realmente no se pierda y sepa perfectamente dónde situarse. La sofisticación visual ha ido aumentando en cada generación. Recordemos que cuando se proyectó la llegada del tren a la estación, de los hermanos Lumière, la gente salía corriendo de la sala creyendo que el tren realmente iba a atropellarlos. Esto demuestra que evidentemente ha habido una sofisticación progresiva. Esto está muy bien, siempre y cuando tengamos presente que la transgresión es válida, única y exclusivamente, cuando conocemos las reglas que estamos transgrediendo y el por qué lo estamos haciendo. Está muy bien el tema de decir, la única regla es que no hay reglas, pero hay que conocer qué reglas violamos. Pueden haber constantes saltos de eje, siempre y cuando haya una necesidad narrativa que justifique cada uno de ellos. Es decir, que todo tiene un sentido y todo ocurre por un motivo. Es muy gracioso que en la evolución de la historia del cine, te encuentres con cosas que en su día son convencionales y por el mero hecho de que han pasado x años pasan a ser rupturista. Como en cualquier tipo de trabajo, en cualquier tipo de arte y en cualquier tipo de técnica, no debemos confundir en ningún momento la abundancia de recursos que tenemos a nuestra disposición. Más que nunca antes en la historia del cine, con la confusión de elementos, por muy sofisticado que sea el espectador, por muy amplio que sea su conocimiento visual o por muy heterogéneo y fragmentado que sea ese conocimiento, hay momentos en los que lo único que conseguimos es confundirlo y esto es muy mala idea. Como decía Hitchcock, hay tres normas básicas a la hora de hacer una película. La primera es claridad, la segunda, claridad y la tercera, claridad. Por regla general, el género de acción, aunque no necesariamente suele coincidir, que es donde tenemos estos presupuestos gigantescos, es muy habitual que sencillamente se monte en la sala de montaje y no se piense en ello antes durante el rodaje, sino que se utilicen gran cantidad de medios y gran cantidad de puntos de vista y gran cantidad de cámaras. Y luego ya se decida todo a posteriori, teniendo un plano Mãster, un plano medio, un plano corto, un plano, en fin, todo este tipo de cosas. Además, esto se puede hacer con mucha más facilidad a día de hoy, porque por el mismo motivo que contábamos antes, por el hecho de que el espectador está mucho más acostumbrado a estos saltos, no hay qué respetar el orden en las escalas del plano, cosa que al principio de la historia del cine era imprescindible para que el espectador comprendiera mínimamente lo que estaba pasando. Uno no podía pasar de un plano general a un primerísimo primer plano. Sin embargo, esto se convirtió en algo tremendamente habitual, por ejemplo, en el cine de Sergio Leone, ya en los años 60 y 70. Como esta costumbre existe desde hace mucho, es una práctica habitual rodar todo lo que se pueda y en el montaje, se ve qué hacer. Esto permite dos cosas. Primero, facilita que alguien que no sea el director monte la película, lo cual a veces es peligroso. Otras veces incluso es una buena idea. En segundo lugar, puede dar lugar a una tremenda confusión en las escenas, sobretodo en las escenas de acción, donde hay que seguir unos parámetros de seguimiento importantes para que el espectador no se pierda. Así que al final tenemos películas que supuestamente deben ser tremendamente vibrantes y adrenalínica, y lo que ocurre en ocasiones no siempre es que resultan increíblemente aburridas, porque llega un momento en que te despegas completamente del futuro de los personajes, porque te da igual, porque no entiendes la mitad de lo que está pasando. De modo que se consigue con esta manera de hacer las cosas todo lo contrario de lo que se quería. No existe nada malo en rodar de esta manera y en montar de esta manera. Que quede claro que esta manera de hacer las cosas es perfectamente legítima e igual de válida que cualquier otra. Las dos razones principales por las cuales puede ser más práctico rodar, teniendo previamente un montaje de las escenas en la cabeza, escogiendo solo un punto de vista e incluso con una sola cámara, son, en primer lugar, razones creativas mantener el control del proyecto y mantener el control de la narración por parte del director. Y en segundo lugar, que no es ninguna tontería, porque lo contrario, esta estrategia que hemos dicho antes encarece muchísimo el coste de producción. En este capítulo vamos a hablar de qué consideraciones hay que tener presentes para mantener idéntico ángulo visual cuando trabajamos con diferentes herramientas, es decir, distintos tamaños de sensor, distintas clases de ópticas, distintas distancias de registro, distintas monturas. Comments Deja una respuesta Cancelar la respuestaComentario * Name* Email*